Los creadores margivagantes

«Nuestra historia podría empezar con un hecho fortuito que se convirtió en una revelación. El día 19 de abril de 1879 el cartero rural francés Louis-Ferdinand Cheval tropezó con algo mientras hacía su recorrido habitual, a pie, para repartir la correspondencia. Intrigado, quiso averiguar la naturaleza del objeto que le había hecho caer y descubrió que se trataba de una piedra singular. La miró bien y reconoció en ella una belleza enigmática que no era capaz de explicar. La envolvió entonces en un pañuelo, la guardó en su bolsa y decidió llevársela a su casa en la cercana aldea de Hauterives. Ése fue el origen de una extraña pasión que le conduciría a acumular guijarros en primer lugar, y a construir después, con esos mismos materiales encontrados, una especie de «palacio» descomunal que habría de levantar, poco a poco, en un terreno de su propiedad situado entonces en las afueras del pueble. Cheval dedico a este empeño todos los ratos libres y gastó sus escasos ahorros en comprar cemento y algún otro material auxiliar. También adquirió las parcela adyacentes a su pequeña finca, lo cual le permitió ampliar la obra en el curso de las décadas sucesivas. Nadie entendió entonces lo que estaba haciendo, y ni siquiera él mismo parecía tener claro cuál era su propósito. Sus vecinos le tomaban por loco, pero como se trataba, al parecer, de una enfermedad inofensiva le dejaron proseguir en paz con su empeño solitario y desmesurado. El caso es que era imposible calificar una obra como aquélla, carente de función, y ejecutada en su totalidad por un hombre sin formación artística ni arquitectónica.

Ya vemos cómo el tropiezo casual despertó en Cheval la pasión irreflenable por la creación personal, y bien podríamos considerar a esta singular «caída» (acaecidoa, por cierto, el día de su 43 cumpleaños) como el origen mítico de las muchas obras espontáneas, arquitecturas salvajes de distinto pelaje, que han proliferado más tarde en los cinco continentes. Muchos de sus autores, en efecto, declararon haber sufrido en algún momento de sus vidas una llamada o una conmoción, a consecuenciade lo cual emprendieron sus obras respectivas: enfermedad, revelación espiritual, desengaño amoroso, jubilación laboral, etc.»

 Extraído de Juan Antonio Ramírez. «Introducción: sinceridad y  brutalidad de los creadores margivagantes. En Juan Antonio Ramírez (Ed.).  Escultecturas margivagantes. La arquitectura fantástica en España. Madrid: Siruela,  2006.

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