Postales

«Y luego ese mismo mundo reducido a tarjeta postal, cosas banales de cada sitio que lo representan , que son específicas de ese sitio y que no prodrían ser de ningún otro, trozos de mundo que permiten poseer el planeta entero y llevárselo a casa, coleccionarlo; estereotipos que del mundo que plantean en su paradoja una estrategia sólo en apriencia opuesta a la del mapa. Igual que el mapa, la targeta postal, en sus juegos de fragmentación, no divide sino que reúne, comprime, reduce, resume, escribe, dicta. La targeta postal crea, igual que el mapa, la sensación de tenerlo todo a mano, ordenado y  catalogado, domesticado en su diferencia, al haber convertido dicha diferencia -la excepción- en mera anécdota: lo inconfundible de la postal es que el todo se reduce a una parte que pierde su significado de tan reiterada. (…)

La abundancia de instantes eternos, el presente conservado como ilusión de presente, no hace sino enfatizar -qué extraño- lo deprisa que se va todo. Lo irremediable que se escapa. La caducidad de las cosas.

Eterna belleza que debe permanecer en la foto, perenne presente, salvoconducto de esa vida perfecta que, siel destino nos sonríe, vive el otro en nombre nuestro en aquellos lugares remotos que nunca resultan ser como se prometen en la representación. Porque las postales, bien visto, poseen una vida paralela que no nos necesita. Representan ese momento feliz y la garantía de que será feliz para siempre: perfectas y a la mano, igual que el mapa.

Por este motivo hay en las colecciones de postales algo fúnebre, cierto gesto desesperado por ordenar el mundo y las cosas del mundo, y que de alguna manera corresponde a la cartografía. De hecho, esas colecciones tienen mucho de imposibilidad».

Estrella de Diego. Contral el mapa. Madrid: Siruela, 2008, p. 19.21.

«El coleccionismo compulsivo al que Oriol Vilanova se rinde los domingos escarba en las ruinas de la sociedad del espectáculo, la misma que impulsó una ingente producción y circulación de imágenes. Tal como imagina el artista “los mercados de pulgas ahora son santuarios” en los que un objeto tan banal como la tarjeta postal sigue brillando entre el polvo».

Diumenge, de Oriol Vilanova (Fundació Tàpies 07/02/2017 – 20/05/2017)

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