El nuevo paradigma estético en Guattari

«El choque incesante del movimiento del arte contra los marcos establecidos (ya desde el Renacimiento, pero sobre todo durante la época moderna), su propensión a renovar sus materias de expresión y la textura ontológica de los perceptos y afectos que promueve, operan, si no una contaminación directa de los otros dominios, al menos la puesta en relieve y la reevaluación de las dimensiones creativas que los atraviesan a todos. Salta a la luz que el arte no tiene el monopolio de la creación, pero lleva a su punto extremo una capacidad mutante de invención de coordenadas, de engendramiento de cualidades de ser inauditas, jamás vistas, jamás pensadas. El umbral decisivo de constitución de este nuevo paradigma estético reside en la aptitud de estos procesos de creación para autoafirmarse como foco existencial, como máquina autopoiética. Ya se puede presentir el levantamiento de la sujeción sobre las ciencias constituido por la referencia a una Verdad trascendente como garante de su consistencia de principio, la cual parece tener que depender, cada vez más hoy en día, de modelizaciones operacionales ceñidas al máximo a la empiria inmanente. Por otra parte, sean cuales fueren los rodeos de la Historia, la creatividad social parece llamada a expropiar sus antiguos encuadres ideológicos rígidos, en particular los que servían de caución a la eminencia del poder de Estado y los que hacen aún del mercado capitalístico una verdadera religión. Si en el presente nos volvemos hacia una disciplina como el psicoanálisis, que pretendió afirmarse como científica, será cada vez más patente que tiene todo por ganar si se coloca bajo la égida de este nuevo tipo de paradigma estético procesual. Sólo por este camino podrá reconquistar la creatividad de sus años locos de comienzos de siglo. El psicoanálisis tiene vocación (según dispositivos, procedimientos y referencias renovadas y abiertas al cambio) de engendrar una subjetividad a salvo de las modelizaciones adaptativas y susceptibles de armonizar con las singularidades y mutaciones de nuestra época. Podríamos multiplicar los ejemplos: en todos los dominios encontraríamos el mismo entrelazamiento de tres tendencias: una heterogeneificación ontológica de Universos de referencia desplegados a través de lo que he llamado movimiento de lo infinito; una transversalidad maquínica abstracta articuladora de las multitudes de interfaces finitas que manifiestan a estos Universos en un mismo hipertexto o plano de consistencia; una multiplicación y particularización de los focos de consistencia autopoiética (Territorios existenciales). Este paradigma estético procesual trabaja con (y es trabajado por) los paradigmas científicos y los paradigmas éticos. Se instaura transversalmente a la tecnociencia porque los Phylums maquínicos de ésta son por esencia de orden creativo, y porque esta creatividad tiende a coincidir con la del proceso artístico. Pero para tender un puente de esta clase debemos deshacernos de las visiones mecanicistas de la máquina y promover una concepción de ésta que englobe a la vez sus aspectos tecnológicos, biológicos, informáticos, sociales, teóricos, estéticos. Y aquí también la máquina estética nos parece la mejor situada para revelar algunas de sus dimensiones esenciales, a menudo desconocidas: la de la finitud relativa a su vida y a su muerte, la de producción de protoalteridad en el registro de su entorno y de sus implicaciones múltiples, la de sus filiaciones genéticas incorporales.

El nuevo paradigma estético tiene implicaciones ético-políticas porque hablar de creación es hablar de responsabilidad de la instancia creativa respecto de la cosa creada, inflexión de estado de cosas, bifurcación más allá de los esquemas preestablecidos, puesta en consideración, también aquí, del destino de la alteridad en sus modalidades extremas. Pero esta elección ética no emana ya de una enunciación trascendente, de un código de ley o de un dios único y todopoderoso. La génesis misma de la enunciación está tomada en el movimiento de creación procesual. Se lo ve claramente con la enunciación científica, siempre de cabeza múltiple: cabeza individual, ciertamente, pero también cabeza colectiva, cabeza institucional, cabeza maquínica con los dispositivos experimentales, la informática, los bancos de datos, la inteligencia artificial… El proceso de diferenciación de estas interfaces maquínicas desmultiplica los focos enunciativos autopoiéticos y los torna parciales a medida que él mismo se despliega en todas las direcciones a través de los campos de virtualidad de los Universos de referencia. Pero con este estallido de la individuación del sujeto y con esta desmultiplicación de interfaces, ¿cómo hablar todavía de Universos de valor? Cesando de ser agregados y territorializados (como en la primera figura de Conformación), o autonomizados y trascendentalizados (como en la segunda), ahora son cristalizados en constelaciones singulares y dinámicas que envuelven y retoman permanentemente estos dos modos de producción subjetivos y maquínicos. Jamás deberá confundirse aquí el maqumismo con el mecanismo. El maqumismo en el sentido en que yo lo entiendo implica un doble proceso autopoiético-creativo y ético-ontológico (la existencia de una «materia de elección») que es totalmente extraño al mecanismo. Por eso el inmenso engarce de máquinas en que consiste el mundo de hoy se encuentra en posición autofundadora de su puesta en el ser. El ser no precede a la esencia maquínica; el proceso precede a la heterogénesis del ser».

Félix Guattari. Caosmosis. Buenos Aires: Manantial, p. 130-133.

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